domingo, 3 de febrero de 2013

"Paisaje de batalla", por Sergio RAMÍREZ



Nicholas Carr es el autor de un libro publicado en 2010 esencial para entender nuestra cultura del siglo XXI. Se trata de Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? “En los últimos años”, comenta, “he tenido la molesta sensación de que alguien travesea en mi cerebro, varía el mapa de mi circuito neuronal, reprograma mi memoria”. Cambios progresivos en el comportamiento de las neuronas y mudanzas en la corteza cerebral que alterarán para siempre nuestras vidas porque vamos camino de pensar de otra manera desventajosa para nosotros mismos, o pensar menos, y un día dejar de pensar del todo.

Ya en un artículo de dos años atrás aparecido en la revista The Atlantic, titulado “¿Nos está volviendo Google estúpidos?”, advertía que al convertirse uno en habitante de ese extraño nuevo mundo “en línea”, vamos limitando nuestra capacidad de lidiar con textos profundos e ideas complejas. Podemos ver nuestro rostro en la superficie de esas aguas, pero nos vamos volviendo incapaces de advertir el universo que subyace debajo, que es nada menos el de la cultura y la ciencia en toda su complejidad.
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La predicción decía que para el año 2015 ya los libros de papel habrían dejado de publicarse. Un fenómeno colosal si tomamos en cuenta que las tabletas Kindle aparecieron en el mercado apenas cinco años atrás. Pero a estas alturas las ventas de tabletas han empezado a decrecer, una vez pasada la novedad inicial. Es más, diseñadas al principio para bajar y almacenar libros, ahora sirven para muchas otras cosas, correo electrónico, música, fotografía, vídeos, juegos. Un artilugio que solo es útil para leer, no tiene atractivo para el consumidor corriente.

Una encuesta de fines del año pasado, hecha por el Pew Research Center, muestra que en Estados Unidos el porcentaje de adultos que lee en forma electrónica creció apenas cinco puntos, del 16% al 23%; pero el 89% de los entrevistados dice que en los últimos 12 meses leyó al menos un libro impreso, y solamente el 30% declara haber leído algún libro electrónico en el mismo periodo. Y otro dato no menos revelador: la Asociación de Editores informa que la venta de libros electrónicos cayó en un 34% en 2012. Y otra encuesta dice que ha caído también el índice de compras de tabletas de lectura, y un 60% del público no tiene ningún interés en hacerse de una.

Los libros que uno quiere conservar, que despiertan empatía con el lector, los que abren mundos nuevos, enseñan sobre los misterios de la vida y nos cuentan la historia pública a través de las historias de los seres humanos; esos seguiremos guardándolos después de leerlos, irán a los estantes, depositados con amor y cuidado, y no al tacho de la basura.

Seguirán siendo nuestra propiedad, podremos acariciarlos, olerlos, tocarlos. Mientras tanto los libros electrónicos no son propiedad de nadie, o siguen siendo propiedad de quien te cobra para poder bajarlos, y tampoco puedes prestarlos, ni hallarlos en una librería de segunda mano, que son las más gratas, misteriosas y sorpresivas.

http://elpais.com/elpais/2013/01/24/opinion/1359028500_479334.html

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