viernes, 30 de agosto de 2013

"22/11/63", de STEPHEN KING



Muchos años ha tardado el popular escritor norteamericano, mundialmente famoso por sus novelas de terror, en conseguir el favor de la crítica, incluso ha entrado por primera vez en la lista de los diez mejores libros del año según The New York Times

Con 22/11/63, Stephen King lo ha conseguido. En esta monumental obra (más de 850 páginas) el profesor de Secundaria Jake Epping descubre, gracias (o por culpa de) el dueño de un restaurante al que suele ir, Al Templeton, una pasadizo para llegar al pasado, en concreto a las 11:58 h. del 9 de septiembre de 1958. Independientemente del tiempo que pase uno en ese pasado, al volver al presente sólo habrán pasado dos minutos. No estoy descubriendo nada de la trama, pues King en muy listo y no estira la intriga del asunto que cualquiera que se disponga a leer la novela ya conoce. 

Según cuenta el propio King en el epílogo, la idea para la novela se le ocurrió en 1972, pero aquel no era el mejor momento para escribirla, ya que no disponía del tiempo necesario para la investigación obligatoria que requería la historia, y por otro lado sólo habían pasado nueve años desde el incidente que da título a la narración, el asesinato de Kennedy (JFK), y la herida aún estaba abierta. Con ese incidente precisamente tiene que ver el objetivo de Epping al volver a pasado, cambiar el curso de la historia evitando el asesinato de Kennedy, aunque antes de eso quiere averiguar si realmente Lee Harvey Oswald actuó solo o hay algo de verdad en las múltiples teorías de la conspiración que se han manejado desde entonces. Para matar a un hombre hay que estar muy seguro de lo que se hace y por qué. Sin embargo, el grueso de la novela no se desarrolla exclusivamente con el objetivo del asesinato de JFK, pues cambiar la historia es algo muy delicado, ya que la historia, el tiempo, el pasado no quieren ser cambiados.

"Sabía lo que iba a suceder. La historia no se repite, pero sí armoniza, y lo que suele sonar es la música del diablo."

A pesar de todo esto, la novela no intenta dar respuesta a la pregunta de si Oswald actuó solo: "Nada de lo que he escrito en 22/11/63 ofrecerá respuestas a esas preguntas, porque el viaje en el tiempo solo es una interesante ficción", dice el propio Stephen King. Y es así; lo mejor de la novela está en la recreación de esa pasado (en el que todo sabe mejor) y en las múltiples narraciones que tienen lugar, las experiencias de Epping y sus relaciones personales, su historia de amor..., porque en definitiva, 22/11/63, también es, y quizás sobre todo, una historia de amor. También es una reflexión sobre el tiempo, sobre lo que somos nosotros y lo que significamos en la historia, en la 'intrahistoria', y los ecos, el efecto mariposa que se produce con cada acto.

"Por un momento todo estuvo claro, y cuando eso pasa uno ve que el mundo apenas existe en realidad. ¿No lo sabemos todos en secreto? Es un mecanismo perfectamente equilibrado de gritos y ecos que se fingen ruedas y engranajes, un reloj de sueños que repica bajo un cristal misterioso que llamamos vida. ¿Detrás de él? Caos, tormentas. [...] Un universo de horror y pérdida que rodea un único escenario iluminado en el que los mortales bailan desafiando a la oscuridad."



domingo, 4 de agosto de 2013

"Intemperie", de Jesús CARRASCO



Un niño escapa de su casa y es perseguido por un alguacil. No sabemos de qué ni de quién escapa ni por qué (al menos no hasta tiempo después, que sospechamos los motivos). Lo que sí conocemos desde el principio es que la “aventura” va a ser una experiencia dura, muy dura. Los momentos de tensión se acumulan ya en las primeras líneas, las descripciones detalladas dan la medida del sufrimiento del protagonista, y el paisaje se revela como el elemento imprescindible que refleja y condiciona la narración.

Conviene no desvelar mucho del contenido de la novela, una narración en la que los conceptos de dignidad, venganza, comprensión, solidaridad, justicia, crueldad, violencia, o humanidad están muy presentes. Las descripciones del paisaje combinan la perspicacia de la observación con el lirismo y el uso de un acertadísimo vocabulario que nos obliga a “mirar” de nuevo. Ese lirismo que se mezcla con la sequedad y la dureza de lo que se está narrando producen en el lector sensaciones encontradas.

Ninguno de los protagonistas tiene nombre en esta especie de wertern ibérico, como se le ha calificado en algún medio; las comparaciones con Delibes o McCarthy  se han multiplicado.

Es una novela corta, seca, dura y poética, difícilmente olvidable.


La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un camino de terror. Él había levantado la espada en lugar de poner el cuello. Sentía que había bebido la sangre que convierte a los niños en guerreros, y, a los hombres, en seres invulnerables.