jueves, 21 de abril de 2016

Reto de lectura.


El Huffington Post ha propuesto un reto de lectura. Consiste en una sugerencia para cada mes. Se puede empezar cuando se quiera.




http://www.huffingtonpost.es/2016/04/20/reto-de-lectura_n_9438128.html


Texto para comentar: "El sí de las niñas". Leandro Fernández de Moratín.


El sí de las niñas. Leandro Fernández de Moratín. Acto tercero, escena XIII.

DON DIEGO
Pues éste es el papel que tiraron a la ventana...
No hay que asustarse, ya lo he dicho. (Lee) «Bien mío: si no consigo hablar con usted, haré lo posible para que llegue a sus manos esta carta. Apenas me separé de usted, encontré en la posada al que yo llamaba mi enemigo, y al verle no sé cómo no expiré de dolor. Me mandó que saliera inmediatamente de la ciudad, y fue preciso obedecerle. Yo me llamo don Carlos, no don Félix. Don Diego es mi tío. Viva usted dichosa y olvide para siempre a su infeliz amigo. Carlos de Urbina.»

DOÑA IRENE
¿Conque hay eso?

DOÑA FRANCISCA
¡Triste de mí!

DOÑA IRENE
¿Conque es verdad lo que decía el señor, grandísima picarona? Te has de acordar de mí. (Se encamina hacia DOÑA FRANCISCA, muy colérica, y en ademán de querer maltratarla. RITA y DON DIEGO lo estorban.)

DOÑA FRANCISCA
¡Madre!... ¡Perdón!

DOÑA IRENE
No, señor, que la he de matar.

DON DIEGO
¿Qué locura es ésta?

DOÑA IRENE
He de matarla.

DON CARLOS, DON DIEGO, DOÑA IRENE, DOÑA FRANCISCA, RITA

(Sale DON CARLOS del cuarto precipitadamente; coge de un brazo a DOÑA FRANCISCA, se la lleva hacia el fondo del teatro y se pone delante de ella para defenderla. DOÑA IRENE se asusta y se retira.)

DON CARLOS
Eso no... Delante de mí nadie ha de ofenderla.

DOÑA FRANCISCA
¡Carlos!

DON CARLOS
Disimule
(A DON DIEGO) usted mi atrevimiento... He visto que la insultaban, y no me he sabido contener.

DOÑA IRENE
¿Qué es lo que me sucede Dios mío?... ¿Quién es usted?... ¿Qué acciones son éstas?... ¡Qué escándalo!

DON DIEGO
Aquí no hay escándalos... Ese es de quien su hija de usted está enamorada.... Separarlos y matarlos viene a ser lo mismo... Carlos... No importa... Abraza a tu mujer. (Se abrazan DON CARLOS y DOÑA FRANCISCA, y después se arrodillan a los pies de DON DIEGO.)

DOÑA IRENE
¿Conque su sobrino de usted?...

DON DIEGO
Sí, señora, mi sobrino, que con sus palmadas, y su música, y su papel, me ha dado la noche más terrible que he tenido en mi vida... ¿Qué es esto, hijos míos, qué es esto?

DOÑA FRANCISCA
¿Conque usted nos perdona y nos hace felices?

DON DIEGO.
Sí, prendas de mi alma... Sí.
(Los hace levantar con expresión de ternura.)

DOÑA IRENE
¿Y es posible que usted se determina a hacer un sacrificio?...

DON DIEGO
Yo pude separarlos para siempre, y gozar tranquilamente la posesión de esta niña amable; pero mi conciencia no lo sufre... ¡Carlos!... ¡Paquita!... ¡Qué dolorosa impresión me deja en el alma el esfuerzo que acabo de hacer!...Porque, al fin, soy hombre miserable y débil.

DON CARLOS
(Besándole las manos.)
Si nuestro amor, si nuestro agradecimiento pueden bastara consolar a usted en tanta pérdida...

DOÑA IRENE
¡Conque el bueno de don Carlos! Vaya que...

DON DIEGO
Él y su hija de usted estaban locos de amor, mientras que usted y las tías fundaban castillos en el aire, y me llenaban la cabeza de ilusiones, que han desaparecido como un sueño... Esto resulta del abuso de la autoridad, de la opresión que la juventud padece; estas son las seguridades que dan los padres y los tutores, y esto lo que se debe fiar en el sí de las niñas...Por una casualidad he sabido a tiempo el error en que estaba... ¡Ay de aquellos que lo saben tarde!

DOÑA IRENE
En fin, Dios los haga buenos, y que por muchos años se gocen... Venga usted acá, señor, venga usted, que quiero abrazarle. (Abrazando a DON CARLOS. DOÑA FRANCISCA se arrodilla y besa la mano a su madre.) Hija, Francisquita. ¡Vaya! Buena elección has tenido... Cierto que es un mozo galán... Morenillo, pero tiene un mirar de ojos muy hechicero.

RITA
Sí, dígaselo usted, que no lo ha reparado la niña... Señorita, un millón de besos. (Se besan DOÑA FRANCISCA y RITA.)

DOÑA FRANCISCA
Pero, ¿ves qué alegría tan grande?... ¡Y tú, como me quieres tanto!... Siempre, siempre serás mi amiga.

DON DIEGO
Paquita hermosa (Abraza a DOÑA FRANCISCA), recibe los primeros abrazos de tu nuevo padre...No temo ya la soledad terrible que amenazaba a mi vejez...Vosotros (Asiendo de las manos a DOÑA FRANCISCA y a DON CARLOS) seréis la delicia de mi corazón; y el primer fruto de vuestro amor... sí, hijos, aquél....no hay remedio, aquél es para mí. Y cuando le acaricie en mis brazos, podré decir: a mí me debe su existencia este niño inocente; si sus padres viven, si son felices, yo he sido la causa.

DON CARLOS
¡Bendita sea tanta bondad!

DON DIEGO

Hijos, bendita sea la de Dios.


lunes, 4 de abril de 2016

Texto para comentar.


Vengo de Italia sobrecogido. En la mutación continua que como especie estamos experimentando los humanos desde la aparición del teléfono móvil, ese aparato que acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca y que últimamente sirve incluso para hablar, el último escalón ya no es el selfie (autofoto en español) sino el teleselfie o autofoto a distancia, algo que se consigue con ayuda de un nuevo aparato, una especie de bastón articulado al estilo de los de los montañeros en cuya punta lleva un resorte en el que se encaja el móvil y que permite una visión panorámica del fotografiado. O sea, de uno mismo.

Lo que se consigue así es no solo aparecer en todas las fotos (que luego se trasmiten por la Red a los conocidos, les interesen o no, incluso a los desconocidos, pues la Red las rebota ad infinitum por el espacio etéreo), sino que el mundo quede detrás de uno a la manera de los decorados de las fotografías antiguas o de los trampantojos paisajísticos de los retratos de cámara de reyes o de aristócratas. Ello no tendría interés (si ya no reparamos en la borrachera de egolatría y de narcisismo que suponen como género los blogs, los tuiters o los whatsapp, ¿cómo vamos a hacerlo en la que implica estar fotografiándose uno a sí mismo continuamente?) si el teleselfie no supusiera también una nueva mutación antropológica, pues obliga a estar de espaldas al monumento u objeto de nuestro interés, ya sea este el Coliseo, el balcón del Vaticano o la Fontana de Trevi. Con lo que ahora los sitios turísticos no solo están atestados de japoneses que lo fotografían todo, sino que la mayoría lo hace de espaldas, dándole la vuelta a un mundo en el que de repente uno queda descolocado de nuevo.


          Y yo preocupado por el más allá. (Julio Llamazares, “Mutaciones”, en El País, 16/10/2014)