martes, 30 de octubre de 2012

Temas para el curso 2012-2013


Los enunciados para los temas (apartado 5.a.) que aparecerán en la P.A.U. de este curso serán los siguientes:


1. La literatura del siglo XVIII. Ensayo y teatro
2. El Romanticismo literario del siglo XIX
3. La novela realista y naturalista del siglo XIX
4. El Modernismo y la Generación del 98
5. El Novecentismo y las Vanguardias
6. La poesía de la Generación del 27
7. El teatro anterior a 1939. Tendencias, autores y obras principales
8. La novela española de 1939 a 1974. Tendencias, autores y obras principales
9. El teatro de 1939 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales
10. La poesía de 1939 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales
11. La novela y el cuento hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales
12. La novela española de 1975 a finales del siglo XX. Tendencias, autores y obras principales.


lunes, 15 de octubre de 2012

Microcuentos. 3º ESO A


A continuación, los microcuentos que habéis escrito. Están ordenados según los he ido recibiendo.

Paula R.

Hola me llamo DIN-A4 soy una bonita, pura y limpia hoja de papel hasta que... ¡zas! llega el maldito boli y me ensucia, me ralla... pero tengo que admitir que me gusta porque me hace muchas cosquillas.

Andrea C.

Yo quería ser mayor, yo quería trabajar y, cuando abrí los ojos, era eso y más.

Pablo D.

Soy un trozo de pan, un blando, pero en el fondo soy un verdadero chorizo.

María V.

El oso se metió en la cueva para refugiarse.

Patricia G.

Caía la primera hoja. Comenzaba una nueva estación.

Guillermo M.

No es fácil

Tras mucho tiempo, miedo salio por la puerta, y entraron valentía y valor, y desde entonces, acostumbrado a que esté, tengo más miedo.

Beatriz S.

El dinero y el poder son cosas importantes pero más importante es tener a alguien con quien compartirlo.

Ignacio L.

Yo era un perro salchicha me asaron y me pusieron ketchup.

Firmado: un perrito caliente

Pablo C.

San Bernardo

No soy una ciudad, no soy un río caudaloso, no soy ningún santo. Soy  solo un perro que ha renunciado a su  ”perruna” vida, en beneficio del hombre. Siempre alerta y dispuesto a ayudar a las personas en peligro. Sí, efectivamente, SOY SÓLO UN PERRO.

Zoilo

Había una vez un cuento que no tenía fina…

Daniel B.

Sus últimas palabras fueron jajaja


María G. R.

Hace frío. La luz intensa me daña los ojos, pero mi curiosidad me impide cerrarlos. Oigo sonrisas y también algún llanto de alguien muy familiar. Estoy cubierta de algo húmedo pero no me molesta. Un abrazo me envuelve y una voz me acaricia: ´´Bienvenida al mundo, mi amor´´

Santiago H.

Algunos lo criticaron, otros lo alagaron, pero al final era mi mundo del que hablaban.

Vega L.

Érase una vez, que no hubo final, por unos y por otros que no lo querían acabar...

Lucía L.

La vida es como el recorrido de una gota: aparecemos, en ocasiones nos unimos a alguien similar y finalmente, nos evaporamos.


Érika M.

Ayer me metí en medio de un partido de rugby. Hoy, he conocido a mi tatarabuelo.

Soñar es bueno. Que te despierten, no.

Camino S.

Érase una vez un moco que tenía una vida de narices.

Denisse Desiree D.

Escucharás muchas cosas, pero yo siempre te diré la verdad.

Álvaro M.

Hola soy la crisis económica, nací en Estados Unidos y desde muy pequeñito me he estado extendiendo por todo el mundo.
Ahora mismo mi único objetivo es acabar con el mundo.

Elsa L.

Este amor empezó con una sonrisa de ambos y acabó con un ''ya nos veremos''.

Ana C.

Érase una vez un hombre que realizó su vida al revés. Nació de la tumba, se puso enfermo, se fue al hospital, le cuidaron, con el paso del tiempo, tuvo su vejez, acto seguido la etapa de ser adulto, vivió muy feliz pasado por ser adulto y tuvo su infancia. Se hizo bebé y murió en la tripa de su mamá.


María D. G.

Érase una vez una niña muy blanca que se miraba en un espejo que no se reflejaba.


jueves, 11 de octubre de 2012

Mo Yan, premio Nobel de Literatura 2012




El escritor chino Mo Yan es el galardonado este año con el premio Nobel de Literatura. Con él, se dice que la academia sueca cumple con uno de sus objetivos originales, que es el de dar a conocer a grandes autores cuyas obras no son conocidas universalmente como merecen.

Quizás su libro más conocido sea Sorgo Rojo, en el cual se basó Zhang Yimou para rodar la película que ganó el Oso de oro en Berlín en 1988.

Mo Yan, seudónimo que significa 'No hables', es un escritor satírico, poco conocido pero muy apreciado, y que llevaba algunos años en la lista de posibles ganadores del premio. Entre sus obras ya traducidas y publicadas en España por la editorial Kailas, se encuentran La vida y la muerte me están desgastando, La república del vino o Las baladas del ajo, recomendada especialmente por la academia. 

Más información en:





domingo, 7 de octubre de 2012

'Contra el materialismo', por Felipe FERNÁNDEZ-ARMESTO


El autor anima a buscar la verdad más allá de la superficie, la apariencia y lo puramente ‘científico’. Reivindica la imaginación como herramienta para intentar acercarse a la esencia de las cosas.

[...]

Todos esos conocidos míos coinciden en pensar que el materialismo es la filosofía de adultos, y que las imaginaciones de nuestros antepasados eran infantiles, como si la raza humana hubiese ido ganando inteligencia o madurez, lo que no me parece cierto en absoluto. Entre las ideas más antiguas vienen algunas de las mejores, más geniales, y más útiles, y más inspiradoras que se han concebido. En el mundo de las ideas ser primitiva no equivale a ser sencilla ni infantil.

Hoy en día solemos pensar que el materialismo es moderno y científico. Alabamos de inteligente a quien diga que la mente y el cerebro son la misma cosa, que los pensamientos son descargas electroquímicas, que las emociones son efectos neuronales, y que el amor, como solía decir Denis Diderot, no es más que «una irritación mutua de dos intestinos».

En el materialismo no cabe ni el espíritu ni nada de lo que se encuentra fuera del alcance de la observación. ¿Se trata de veras de una idea moderna? Mi perro es materialista. Es fácil comprender que nuestros antepasados poco evolucionados debían de serlo también. Para ellos, todo lo que existía era físicamente sensible. Sus pensamientos no pasaban de ser impresiones en sus retinas. Detectaban sus emociones como impulsos corporales. Eran materialistas por falta de imaginación, no por exceso de racionalidad. El materialismo, a fin de cuentas, es la filosofía menos sofisticada, menos intelectual, de todas. Mucho más que la metafísica, es genuinamente primitiva, genuinamente infantil: fácil de comprender por conformarse a lo obvio. El descubrimiento de lo invisible -lograr apreciar que existe la posibilidad de encontrar otros mundos a través del ejercicio de la imaginación- era una de las ideas más fecundas que hubiesen podido ocurrir a la mente humana. No sabemos quién fue el genio entre los homínidos que vino a ser el primero en proponérsela a sus contemporáneos. Pero si volviera a aparecer tendríamos que concederle un Premio Nobel, cuanto menos. Ver lo que no está exige potencia intelectual infinitamente más avanzada que percibir lo visible, que no supone más que la observación más básica y menos crítica.

[...]

Desconfiar de los sentidos tiene sus problemas. Conduce a nutrir fe en las ilusiones, las fantasías, las alucinaciones, la locura. Todo lo cual engaña, pero también inspira. Abre posibilidades. Alimenta las artes. Hace accesibles ideas inalcanzables por la experiencia, como la eternidad, la infinidad, y la inmortalidad. Habilita a los visionarios y favorece el carisma contra la fuerza, y los talentos contra los tiranos. Así que no me habléis, compañero, ni alumno, ni carnicero, ni colega filosófico, del materialismo. Es cosa de niños.

Felipe Fernández-Armesto es historiador y titular de la cátedra William P. Reynolds de Artes y Letras de la Universidad de Notre Dame.

Publicado en El Mundo (5 de octubre de 2012)

jueves, 4 de octubre de 2012

La lluvia


Ahí van algunos de los trabajos que he ido recibiendo sobre la primera lluvia del otoño.

Patricia H.


Amanece lloviendo. Calles vacías, personas anhelando el calor de sol. Personas buscando un ancla que les haga parar en el mar tempestuoso que es la vida, pidiendo ayuda por dentro con el grito más alto.
Salgo a pasear dentro de mí, mientras mis lágrimas se juntan con las gotas de lluvia que caen del cielo nublado, pensando en lo extraño que resulta respirar en este momento y en la sensación de salto al vacío que recorre todo mi cuerpo. La lluvia
inunda hasta el último rincón de mi ser y mis pensamientos con tan solo verla caer con esa libertad y elegancia, y todo cuanto deja a su paso es una inmensa nostalgia. 
Y te das cuenta de que valoramos el sol porque hemos sentido la nostalgia de un día nublado. Disfrutamos el calor porque hemos sentido el frío. Valoramos la luz porque conocemos la oscuridad. Buscamos la felicidad porque hemos sentido la tristeza.
Miramos hacia arriba porque sabemos lo que es estar abajo. 
Porque es muy difícil levantarse cuando has caído desde lo más alto. Es difícil ver el sol cuando está tapado por las nubes. Es difícil encontrar la luz cuando todo cuanto ves es oscuridad.

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María A-C




Hoy ha llovido, el agua ha empezado a caer sobre el asfalto,  los adoquines se han encharcado, y la mayoría de la gente se ha quejado.                                            
Hoy he salido a la calle, todos tenían prisa.

Hoy nadie se ha parado a ver las tiendas, todos iban rápido, como si la lluvia estorbase, como si fuese incómoda, como si escapasen de ella. Nadie paseaba hoy. Así que esta tarde me puse unas botas, abrí el paraguas y salí a pasear.

Decidí que si de algo había que escapar no era de la lluvia, sino de las prisas. Tras dos horas de largo paseo volví a casa. Tenía frío y los pies mojados; pero a cambio tenía la tranquilidad de que al menos alguien había paseado hoy por las calles de Madrid.

Parece mentira ahora que miro por la ventana, que hace menos de diez días la lluvia fuese un concepto tan lejano para esta ciudad, donde todos paseaban con abanicos y gafas de sol, donde las piscinas estaban llenas de gente a cualquier hora del día, donde quedarse en casa se consideraba casi un delito.

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Rafael de Góngora.


El fin de semana se presentó lluvioso como se esperaba, el viernes llovió de una forma torrencial. El trabajo programado era imposible de ignorar; por una vez el parte meteorológico había acertado.
Deambulé tratando de inspirarme. La lluvia nunca lo había hecho, nunca me había sugerido nada más que una intensa situación de incordio. Odio mojarme, odio los paraguas y la sensación de angustia que compartimos casi todos los seres cuando el agua resbala por nuestro rostro sorprendiéndonos, como si fuera algo insólito que el cielo se abra dejando caer un aguacero .
Mientras buscaba una imagen para poder escribir el trabajo dentro de mi cabeza comenzó a sonar la canción de Mika: insistentemente : "when its rain its rain its rain its rain..."
Yo también  odio los días como esos y no podía parar: "its rain ists rain..." porque no sé por qué las canciones en inglés siempre acuden a nuestra mente. Entonces me fijé en los columpios del parque, y sentí una sensación de desamparo. Ya hace años que no me fijaba en ellos, me pareció la cosa más triste del mundo, sentí una un sensación casi física como cuando ves a alguien abandonado y sientes un malestar que no sabes expresar.
Los columpios del parque se me antojaron no objetos, sino seres fantasmagóricos en su absoluta soledad, los niños no hacían cola alrededor de ellos, no subían ni bajaban, todo el mundo pasaba a su lado ignorándolos y decidí que era la foto que quería hacer, el tema del cual quería hablar y el porqué de este trabajo que en un primer momento me pareció algo absurdo. Entendí que tú querías que viéramos las cosas desde otro prisma, reparando en los detalles, en las cosas insignificantes, o quizás que nos parásemos un momento a meditar en lo trivial para que comprendiésemos la importancia de lo cotidiano reparando en las cosas que generalmente  nos pasan desapercibidas.
Observando aquella escena a mis ojos vinieron imágenes de otros tiempos, de mi infancia. Nunca desde entonces había vuelto a  ver los columpios de aquella manera, y sentí nostalgia.
Los columpios del parque en su soledad después del verano de risas y empujones, objetos de deseo de tantos niños, esperaban melancólicamente nuevos días de risas, de sol para volver a ser útiles . Tan humanos que me aleje de allí con una sensación de malestar.