jueves, 4 de octubre de 2012

La lluvia


Ahí van algunos de los trabajos que he ido recibiendo sobre la primera lluvia del otoño.

Patricia H.


Amanece lloviendo. Calles vacías, personas anhelando el calor de sol. Personas buscando un ancla que les haga parar en el mar tempestuoso que es la vida, pidiendo ayuda por dentro con el grito más alto.
Salgo a pasear dentro de mí, mientras mis lágrimas se juntan con las gotas de lluvia que caen del cielo nublado, pensando en lo extraño que resulta respirar en este momento y en la sensación de salto al vacío que recorre todo mi cuerpo. La lluvia
inunda hasta el último rincón de mi ser y mis pensamientos con tan solo verla caer con esa libertad y elegancia, y todo cuanto deja a su paso es una inmensa nostalgia. 
Y te das cuenta de que valoramos el sol porque hemos sentido la nostalgia de un día nublado. Disfrutamos el calor porque hemos sentido el frío. Valoramos la luz porque conocemos la oscuridad. Buscamos la felicidad porque hemos sentido la tristeza.
Miramos hacia arriba porque sabemos lo que es estar abajo. 
Porque es muy difícil levantarse cuando has caído desde lo más alto. Es difícil ver el sol cuando está tapado por las nubes. Es difícil encontrar la luz cuando todo cuanto ves es oscuridad.

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María A-C




Hoy ha llovido, el agua ha empezado a caer sobre el asfalto,  los adoquines se han encharcado, y la mayoría de la gente se ha quejado.                                            
Hoy he salido a la calle, todos tenían prisa.

Hoy nadie se ha parado a ver las tiendas, todos iban rápido, como si la lluvia estorbase, como si fuese incómoda, como si escapasen de ella. Nadie paseaba hoy. Así que esta tarde me puse unas botas, abrí el paraguas y salí a pasear.

Decidí que si de algo había que escapar no era de la lluvia, sino de las prisas. Tras dos horas de largo paseo volví a casa. Tenía frío y los pies mojados; pero a cambio tenía la tranquilidad de que al menos alguien había paseado hoy por las calles de Madrid.

Parece mentira ahora que miro por la ventana, que hace menos de diez días la lluvia fuese un concepto tan lejano para esta ciudad, donde todos paseaban con abanicos y gafas de sol, donde las piscinas estaban llenas de gente a cualquier hora del día, donde quedarse en casa se consideraba casi un delito.

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Rafael de Góngora.


El fin de semana se presentó lluvioso como se esperaba, el viernes llovió de una forma torrencial. El trabajo programado era imposible de ignorar; por una vez el parte meteorológico había acertado.
Deambulé tratando de inspirarme. La lluvia nunca lo había hecho, nunca me había sugerido nada más que una intensa situación de incordio. Odio mojarme, odio los paraguas y la sensación de angustia que compartimos casi todos los seres cuando el agua resbala por nuestro rostro sorprendiéndonos, como si fuera algo insólito que el cielo se abra dejando caer un aguacero .
Mientras buscaba una imagen para poder escribir el trabajo dentro de mi cabeza comenzó a sonar la canción de Mika: insistentemente : "when its rain its rain its rain its rain..."
Yo también  odio los días como esos y no podía parar: "its rain ists rain..." porque no sé por qué las canciones en inglés siempre acuden a nuestra mente. Entonces me fijé en los columpios del parque, y sentí una sensación de desamparo. Ya hace años que no me fijaba en ellos, me pareció la cosa más triste del mundo, sentí una un sensación casi física como cuando ves a alguien abandonado y sientes un malestar que no sabes expresar.
Los columpios del parque se me antojaron no objetos, sino seres fantasmagóricos en su absoluta soledad, los niños no hacían cola alrededor de ellos, no subían ni bajaban, todo el mundo pasaba a su lado ignorándolos y decidí que era la foto que quería hacer, el tema del cual quería hablar y el porqué de este trabajo que en un primer momento me pareció algo absurdo. Entendí que tú querías que viéramos las cosas desde otro prisma, reparando en los detalles, en las cosas insignificantes, o quizás que nos parásemos un momento a meditar en lo trivial para que comprendiésemos la importancia de lo cotidiano reparando en las cosas que generalmente  nos pasan desapercibidas.
Observando aquella escena a mis ojos vinieron imágenes de otros tiempos, de mi infancia. Nunca desde entonces había vuelto a  ver los columpios de aquella manera, y sentí nostalgia.
Los columpios del parque en su soledad después del verano de risas y empujones, objetos de deseo de tantos niños, esperaban melancólicamente nuevos días de risas, de sol para volver a ser útiles . Tan humanos que me aleje de allí con una sensación de malestar.



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