Había desechado la idea de ver, de momento, la película de Rodrigo Cortés para evitar una desagradable sesión de claustrofobia durante hora y media. Casualmente ayer pasé por delante de una sala que exhibía la película y en un arrebato masoquista entré en la sala.
Supongo que conocéis la historia de la película: un hombre despierta es una caja, una especie de ataúd de madera, enterrado... y ya está. O no.
Tardé exactamente cinco minutos en arrepentirme de haber entrado y creí que no soportaría la película y tendría que salir de la sala. Sin embargo, el director es tan hábil como para transmitir la sensación de terror los primeros instantes y relajar la tensión y la desesperación permitiendo al espectador agarrarse al protagonista inmediatamente: él dice "ok, ok, ok" y el espectador dice: "está bien, está bien, veamos cómo salimos de ésta"; además, no lo vamos a dejar solo.
El sonido es esencial en una película como ésta: la respiración, el eco y al música fantástica de Víctor Reyes.
Destacaría la pericia técnica y narrativa de sus creadores en un ejercicio de estilo que son capaces de sacar adelante con talento e imaginación.
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