miércoles, 30 de septiembre de 2009

Matar a un ruiseñor


Cuando alguien descubre a Atticus Finch sabe que una fotografía de su rostro podría aparecer en el diccionario al lado de la palabra 'bondad'. La película de Robert Mulligan es una de esas obras que cualquiera se atreve a calificar de imprescindible, sin duda una obra maestra del cine que todo el mundo debería ver en algún momento de su vida (cuanto antes, mejor). Matar a un ruiseñor (1962) está basada en la novela homónima de Harper Lee, galardonada con el premio Pulitzer y narra, desde el punto de vista y los recuerdos de la hija del protagonista, su vida con Atticus tras la muerte de su madre. Finch es un abogado respetable y un ejemplo para sus hijos, a los que educa de forma admirable, igual que admirable es la interpretación de Gregory Peck: impecable, profunda, magistral. Atticus tiene que hacerse cargo de la defensa de un ciudadano negro acusado de violar a una joven, a pesar del rechazo de cierto grupo de la comunidad. La película es absolutamente brillante, llena de detalles, rodada con delicadeza y ternura sin caer en la sensiblería, a la vez que una lección de cine y de humanidad.

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