ERIC MARTIN: CANTANTE
PAUL GILBERT:
GUITARRA
BILLY SHEEHAN: BAJO
PAT TORPEY: BATERÍA
Casi por sorpresa se anunció la
publicación de un nuevo trabajo de los imprescindibles Mr. Big. Y digo sorpresa aunque no lo sea en realidad, porque al
ritmo de información al que estamos acostumbrados actualmente, ha llegado a ser
habitual que sepamos que cualquier músico o banda va a publicar un disco desde
que prácticamente lo han pensado, y para ello puede pasar más de un año (mucho
más a veces) hasta que se publica dicho álbum. En el caso de Mr. Big es una
sorpresa que trae adherida otra no tan agradable: la retirada de los escenarios
de Pat Torpey debido a que ha sido
diagnosticado de Parkinson, el cual será reemplazado para la gira mundial por Matt Starr.
El nuevo álbum de la banda
americana, si tomamos como referencia su brillante What if… (esos puntos suspensivos podrían enlazar con los del
título del nuevo y completar un ciclo), es más blues rock que hard rock. Las
huellas 70’s de la banda se aprecian de un modo más nítido en …The stories we could tell, pero no como
una vuelta a las raíces ni nada por el estilo, sino conservando su esencia como
grupo de rock nacido en la frontera de los 80 con la década posterior, con un
guitarrista y un bajista que deslumbraron en el momento en el que explotaron
los instrumentistas virtuosos y cuya herencia llevan muy a gala. Por ello, es
posible que algunos aficionados se sientan extrañados al escuchar algunas de
las canciones de este álbum, pues los ritmos y acordes, así como las entradas
de guitarra son totalmente 70’s impregnados, esos sí, del ADN Mr. Big, plagado
de melodías e inmediatez, una inmediatez que es como una cata: así es como sabe
un poquito, pero si quieres disfrutarlo de veras, toma más, poco a poco,
paladeando despacio y con frecuencia.
Esta misma idea es reconocible es
los fantásticos, sabrosos, ingeniosos, brillantes y gozosos solos de Paul Gilbert, exhibiciones nada
narcisistas que dejan a la vista los vestigios musicales de los que se nutre el
artista: las raíces clásicas del blues y el rock & roll y el hard rock de
técnica impecable de los 80. Con ello tenemos unos solos de guitarra que hacen
que algunas de las canciones del disco, no tan inspiradas, ganen interés por la
llegada de “su momento”.
Casi todo el esqueleto del nuevo
disco de Mr. Big está compuesto por engranajes de blues rock recubierto de piel
hardrockera. La primera canción del disco, y la primera que ha podido
escucharse, “Gotta love the ride”, lo atestigua: mezcla perfecta, inspiración
tradicional y ejecución respetuosa con quienes son, aunque abandonando
ligeramente ese feeling hard rock.
Asimismo los ritmos funkies están
presentes en la construcción y los acordes de “I forget to breathe”. Para
completar el menú puede tomarse “Satisfied”, adictiva donde las haya, con un groove brutal por parte de la base
rítmica y el juego dialógico de cantante/guitarra.
Quien quiera disfrutar de los Mr.
Big más reconocibles de los medios tiempos, con gracia, elegancia y clase los
puede encontrar en la imprescindible “Fragile”: pegadiza, con ese tempo mágico de la banda para este tipo
de canciones. Y enlazando con los temas lentos, las baladas del disco, nos
encontramos con la parte más débil del mismo. “The man who has everything” es
una canción rutinaria que quiere alcanzar algo de intensidad con unos arreglos
orquestales artificiales. Mucho mejor es “Just let your heart decide”, aunque
no demasiado original, ejecutada con la sabiduría de estos cuatro músicos. Me
reservo en este apartado una debilidad personal que se llama “East/West”, medio
tiempo semiacústico que bien podría entrar en la lista de cualquier emisora de
radio como hicieron otras canciones de su carrera. Sin duda, de las primeras en
quedar en el recuerdo del receptor por ese bonito estribillo y el sonido de
guitarras acústicas.
Tengo la sensación de que el bajo
de Sheehan ha quedado en este disco
en un segundo plano, más discreto que en anteriores ocasiones. Quizás se deba a
lo que he comentado sobre la estructura clásica de las canciones cuya
naturaleza no da cabida tan fácilmente al exhibicionismo técnico de la base
rítmica. Eso no significa que Sheehan no esté tan magnífico como siempre: la
discreción también es una virtud.
Canciones como “The Light of day”
(aquí sí tenemos un minijuego de bajo/guitarra marca Mr. Big), “Cinderella
smile” o “What if we were new” (con un Pat Torpey que es capaz de convertir la
música y el ritmo en cuerpo líquido) refuerzan la idea de rock & roll a la
que Eric Martin aporta su reconocido
e insustituible talento, presente durante todo el álbum. Un álbum que supone un
disfrute completo lleno de clase y sabiduría que dura más de lo que indican los
créditos de las canciones.
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