Una de las
consecuencias de todos los “avances” ˗no sé realmente en qué avanzamos˗ que
estamos viviendo/sufriendo es que hemos perdido la perspectiva. El poder de las
masas es cada vez mayor; sacar los pies del tiesto lo convierte a uno en un
estirado, un raro en el peor sentido de la palabra. Y con ello las
mediocridades han alcanzado la categoría de grandeza por el simple hecho de que
son admiradas por las mayorías tiránicas que no dejan espacio para que otras
realidades tengan lugar. Como consecuencia, hechos de gran dimensión pasan a
ser anecdóticos, migajas para esas minorías inadaptadas o directamente
vanidosas que por una ridícula cuestión de impostura (postureo hay que decir ahora, porque lo dicen todos), prefieren lo
que no quiere nadie. No hablo ya de trascendencia, sino de sensibilidad y no de
sensiblería.
Rik
Emmett. ¿Quién es ese tío y a quién le importa lo que
haga? ¿Lo conoce La Gente? ¿Entonces cómo va a ser relevante lo que haga?
Lamentablemente puede que sea cierto y a nadie le importe; en realidad a nadie
le importa. Aunque haya compuesto un disco digno de figurar entre lo más admirable
del último año, un disco lleno de humanidad, sentimiento, autenticidad, tacto y
espiritualidad. Poseedor de una voz peculiar, indudablemente reconocible, y una
capacidad para interpretar cada nota de un modo conmovedor. Quedan pocos así,
me temo. Pocos que no necesitan gritar para que sus admiradores se estremezcan
por sus aptitudes vocales, y así ellos puedan demostrarte lo bien que cantan.
Aunque sé que mi
digresión puede alcanzar la categoría de panfleto quejoso, me resulta
inevitable, pues cada vez más siento que el arte es, más que injusto, cruel,
ingrato, y que los artistas que de verdad merecerían ese tratamiento no lo
tienen y se lo llevan aquellos que aún no saben ni la mitad de lo que saben
éstos, y que confunden las sensaciones con el sensacionalismo.
Aun así, unos pocos
raros tenemos la fortuna de poder disfrutar, de sentir como verdaderas las
emociones que nos regala Emmett y sus RESolution9
en este disco maravilloso, que comienza como un álbum de rock & roll que
recuerda a sus Triumph, continúa
como uno de hard rock que sigue la línea de algunos de sus trabajos en solitario,
para pasar a ser un disco de blues melódico, rebosante de momentos mágicos y
conmovedores que lleva a un estado de plenitud momentánea a quien lo escuche
(es difícil que la plenitud dure mucho). Durante esos momentos deja de importar
casi todo lo que nos rodea, y eso en estos tiempos no tiene precio. La parte
final del trabajo recupera el tono más rock-pop con la impagable “Heads up” y
“Rest of my life” para cerrar definitivamente con “End of the line”, a dúo con Alex Lifeson y James LaBrie. Con ellos completa una construcción con sentido total,
pues Lifeson colabora en la anterior “Human Race” y LaBrie en la bellísima “I
sing”, una de las mejores canciones del disco. “I sing” muestra la solución
catártica que supone la música, con unos coros femeninos casi góspel y unas
melodías sobrecogedoras. A ésta le sigue “My cathedral”, de evidentes
resonancias religiosas, y a continuación “The ghost of shadow town” mantiene
maravillosamente el tono vestido de blues. No es extraño, ya que los músicos
que acompañan a Emmett están curtidos en el blues y el jazz. Dave Dunlop, inseparable en los últimos
años de Emmett, hace una labor espectacular a las guitarras, Steve Skingley está fantástico al bajo
y lo mismo se puede decir de la batería de Paul
Delong. Como el mismo Rik dice, “no se puede llevar a cabo este tipo de
proyectos al cien por cien por una única persona”.
Y hablando de
compañías, la esperada canción con sus compañeros de Triumph, Gil Moore y Mike Levine no es lo que muchos esperan: es mejor. “Grand parade”,
que aparece como bonus track, algo muy significativo, es una canción
semiacústica magistral, que le remueve a uno por dentro, emotiva y dolorosa.
RES
9
es una especie de recorrido por la historia musical de Rik Emmett en el que
están muchos de los períodos musicales por los que ha pasado. Desprende un
envidiable optimismo pero, lejos de contagiarme, no puedo evitar sentir una
extraña melancolía.
RIK
EMMETT & RESOLUTION9
RIK
EMMETT: CANTANTE, GUITARRA
DAVE
DUNLOP: COROS, GUITARRA
STEVE
SKINGLEY: COROS, BAJO
PAUL
DELONG: BATERÍA