John Carney ha demostrado ser un director
especialmente dotado para contagiar la emoción que produce la música (en
especial la música en progreso, en desarrollo) a través de sus películas. Lo
hizo en su maravilloso filme de 2006 Once
y lo ha logrado en Begin again. En
ésta Dan, un productor musical en horas bajas, tanto en su vida profesional
como en la personal, encuentra a una cantante (en realidad encuentra una
canción) que lo saca de la cueva y le hace volver a emocionarse con aquello que
creía perdido. Le propone grabar un disco por toda Nueva York y producirlo. Ella
acaba de vivir una ruptura sentimental cuya tristeza vuelca en sus canciones.
Me interesa mucho la figura del productor que
“ve” la música, esa figura que ahora parece casi perdida y que es capaz de
extraer de un músico lo mejor. El profesional al que buscaban todos aquellos
artistas que querían que su música brillara en todo su esplendor al pinchar el
disco o poner el cd en el reproductor. Impagable es la escena en la que Dan,
después de que hayamos escuchado la actuación de Gretta, empieza a ver los
arreglos de la canción. Muy pocos que no sean Carney pueden contar eso como él,
pues además ha estructurado muy bien la narración para que vivamos el cambio
que se produce en la canción con la visión de Dan.
Hay muchos otros temas relacionados con la
música en la película tratados sin maniqueísmos y con sensibilidad: la
industria musical, la creación, la imagen de los artistas, los seguidores…
Emocionante en más de una ocasión, resulta
una película conmovedora que escenifica muy bien por qué la música no es sólo
un entretenimiento. “¿Has visto cómo las situaciones más banales cambian si las
escuchas con música de fondo?”, dice Dan en un momento de la película.